Su celebridad le permitió promover el uso comercial de la aviación y defender, desde una postura feminista, la incorporación de las mujeres a este nuevo campo profesional. En enero de 1935 llevó a cabo en solitario la travesía entre Honolulú (Hawái) y Oakland (California), recorriendo una distancia superior a la existente entre Estados Unidos y Europa. Fue el primer piloto en completar con éxito este difícil viaje sobre aguas del Pacífico; los anteriores intentos habían terminado en desastre. Ese mismo año estableció un nuevo récord de velocidad al volar sin escalas entre Ciudad de México y Nueva York en poco más de catorce horas.

En 1937, Amelia anunció su plan más ambicioso: dar la vuelta al mundo siguiendo la línea del ecuador en un bimotor Lockheed Electra 10-E. Inició el viaje el 1 de junio de 1937, volando desde Miami (Florida) hasta Sudamérica; de allí a África y posteriormente a las Indias Orientales. Tras haber completado 33.000 kilómetros en treinta días —más de dos tercios de la travesía—, su avión desapareció el 2 de julio en medio de un temporal, cuando realizaban la penúltima etapa del viaje desde Lae (Nueva Guinea) hacia la isla Howland, en el Pacífico central. Hasta hoy, las circunstancias de su desaparición siguen siendo un misterio.

Amelia Earhart no solo voló aviones: voló por encima de los prejuicios de su tiempo. Demostró que la valentía y la determinación pueden abrir caminos donde antes solo había límites.

“Some of us have great runways already built for us. If you have one, take off. But if you don’t have one, grab a shovel and build one for yourself!”